15º ARTICULO EXPLICATIVO 14 MARZO 2019
NAVIEROS Y OPORTUNISTAS
No cabe la menor duda de que ya no quedan navieros en España. Bajo mi punto de vista, el último de verdad fue Don Fernando María de Pereda y, lamentablemente, vivió y fue impotentemente consciente en sus últimos años la decadencia de su gran empresa en manos de depredadores más interesados en el dinero que en lo que él había levantado.
Ser naviero no es un oficio fácil, es muy difícil, y yo tuve la inmensa suerte de aprender, cuando me quedé en tierra, del mejor, ya que no había heredado nada, ni comenzó su andadura con ayudas, ni gobiernos canarios, ni subvenciones, ni nada; y lo sé porque lo viví.
Es muy complicado, sin tener capital para hacerte con una flota, aunque sea modesta, introducirte en el mundo del transporte marítimo. Hay que ser muy audaz para a base de empujones hacerte un hueco con un cascaron al lado de navieras centenarias y triunfar. Hay que estar muy preparado y ser muy astuto para, sin ser un especialista en Derecho, agudizar tu ingenio para entrar por vericuetos legales que nadie hubiesen sospechado que existen. Y yo tuve la inmensa fortuna de vivir todo eso. Yo tuve la suerte de aprender lo que no venía en los libros y complementarlo con muchas horas de estudio para darme cuenta de lo que de verdad es el negocio marítimo.
Me considero una persona muy preparada porque, gracias a ese naviero, y a posteriores responsabilidades, adquirí una vasta formación en todas las materias que son necesarias para estar al frente de una empresa tan compleja como es una naviera. Y para mucho puedo pecar de poca modestia, pero me da igual porque lo que quiero decir es que tengo base más que suficiente como para saber cuándo alguien merece ser galardonado como un gran naviero y cuando es un simple oportunista.
Hemos visto en estos últimos quince años cómo se iba desmantelando la naviera que fuera tan sólo unos años antes un referente de nuestra Marina Mercante, una empresa, la “Cia”, con un siglo de antigüedad y que había cubierto líneas con medio mundo y había garantizado las comunicaciones con nuestros territorios en ultramar. Y esa decadencia y destrucción vino provocada por varios factores a tener en cuenta. Por una parte, porque la privatización de Trasmediterránea iba a significar la entrada de cientos de millones de euros del Erario en ayudas, ya no sólo a la propia Trasmediterránea, que nos iba a empezar a costar mucho dinero, sino a otras que se iban a apuntar al carro con la peregrina excusa de evitar el monopolio; es decir, que pasábamos de tener una empresa ESTATAL, de todos los españoles, para cubrir las rutas de INTERÉS GENERAL, a que se colasen para disfrutar de las ayudas y subvenciones varias, todas privadas, a las que íbamos a mantener. Por otra parte, porque toda transacción genera “beneficios”, ahora se llaman comisiones, y no creo que este asunto careciese de ellas, máxime cuando se denunció esta venta en una prensa que en aquellos momentos no era tan sumisa ni tan politizada como la de hoy en día.
Pero, por si todo esto fuese poco, había aún más intereses tras el derrumbe de esta ilustre naviera. Por un lado, porque había sueños de grandeza que se iban a poder llevar a cabo; en este caso, la de unos personajes más de pueblo que las amapolas, pero con yate y dinero; y en ese mundillo del Polo, el Golf y los yates un naviero, con ansias de grandeza y pudiendo colocar a todos los amigos de sus hijos que habían estudiado “Business y sandeces”, y que no tenían mucho recorrido intelectual, en un bonito despacho cobrando sueldos millonarios, por lo que les facilitaría ser el centro de reunión y los más importantes de la “pandilla” de “polistas” y “patrones de yate” de la lujosa y elitista sociedad aunque se hubiesen escapado del pueblo una generación antes.
Por otra parte, un magnate que le había dado por comprar una gabarra y que como ya era el cacique de su pueblo, y para evitar que alguien le quitase ese honroso puesto, pensó que qué mejor que hacer una naviera que comunicase su feudo con la Península, para que a nadie le cupiese la menor duda de lo que a nadie le cabía de todas formas. Pero claro, para que ese proyecto saliese adelante, siendo la admiración del mundo entero, y que el insigne magnate pudiese seguir desayunando ensaimadas con la satisfacción de haber demostrado su poderío en todos los campos, hasta en el político, necesitaba que la infame competencia de la centenaria Trasmediterránea desapareciese, y, es más, quería que se trasbordase parte de esos activos a su retoño naviero, como así fue.
Pero es que además, y por si todo esto fuese poco, con el devenir de los años y con la decadencia y el desmantelamiento de Trasmediterránea, cuando ya no era ni la sombra de lo que fue, ha servido como “Pontón” de deudas, donde unas gestiones absolutamente desastrosas han conducido, con la connivencia de una banca privada dedicada a endeudar a propios y a extraños en vez de a ser un servicio público responsable y avalado por activos, a que estos sucedáneos de navieros de escasa preparación y asesorados por despachos de abogados expertos en argucias legales, pero poco doctos en el oficio marítimo a acumular unos pasivos desproporcionados y que tarde o temprano pagaremos todos los españoles como un rescate más de esos que nos ocultan a diario.
Porque estos OPORTUNISTAS, que no NAVIEROS, gestaron su negocio en ayudas y subvenciones y no en el negocio marítimo para la que hay que estar muy preparado, y ellos no lo están; y, aun así, aun habiéndoles mantenido todos los españoles durante estos años, han conseguido endeudarse hasta extremos que han convertido su pasivo en irreversible y una ilustre naviera en un activo tóxico que ya han comenzado a hacer desaparecer. Y mientras que esto acontecía, los sindicatos y las administraciones optaron por mirar para otro lado y, por qué no, si había algo como pagaba el Estado, todos los españoles, no pasaba nada; y más de uno ha parasitado a la sombra de los oportunistas, ya que sin su pasividad uy connivencia todo este disparate hubiese sido imposible
Evidentemente, si para gestionar una naviera hay que ser NAVIERO, para escribir sobre lo que acontece en el mundo marítimo hay que saber discernir entre lo que es un NAVIERO y lo que es un OPORTUNISTA; y cuando estamos contemplando el esperpento que hemos visto, y vemos a diario, por mucho que se intente solapar con premios y homenajes, un oportunista será siempre un oportunista porque naviero es otra cosa.
Rafael Rosselló Cuervas-Mons
Capitán de la Marina Mercante
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